EL MINISTRO Y SU FAMILIA

Publicado el agosto 15, 2014por manuelreanioOre para que mantenga la vida de su familia de acuerdo a los principios bíblicos. Ore para que pueda lograr un balance en el tiempo que da a cada miembro de su familia.Sin duda que hay unanimidad entre los pastores y ministros cristianos en cuanto a la importancia que reviste la familia para todos los cristianos, y en especial para quienes han sido llamados por el Señor Jesús a ejercer el santo ministerio.De alguna manera, hay quienes hacen ministerio teniendo una familia en dificultades y a como dé lugar se esfuerzan para que la crisis pase desapercibida a los ojos de los demás. Otros, deciden parar toda actividad ministerial por un tiempo, durante el cual buscan ayuda que les permita sanar, solucinar sus problemas y volver a su ministerio. Otros, con mucho dolor, resentimiento, frustración –y muchas veces haciendo juicios de responsabilidades–, abandonan el ministerio en forma definitiva.En todo caso, lo que sí es claro es el alivio que significa para uno como pastor que la familia esté en inmejorables condiciones como testimonio de vida a la iglesia y demás comunidad en general. En otras palabras, después de Dios, la familia de cada ministro cristiano constituye el examen que lo califica o descalifica para ejercer el ministerio.Para avanzar en este tema tan sensible; sugiero considerar varios aspectos importantes, tales como: algunos paradigmas, algunos modelos de familias en la Biblia, algunas instrucciones bíblicas, y algunas sugerencias prácticas para la familia del ministro.Algunos paradigmas que se manejan acerca de la familia pastoral:La presión que se pone para que sea la familia modelo. Que se sepa, no existe ninguna otra familia que experimente tanta presión o exigencia como la familia del ministro cristiano para que sea el modelo de conducta irreprochable. Cualquier conducta de pecado en alguno de sus miembros, es mucho más evidente y dañina que en cualquier otra familia de la comunidad eclesial. Por lo tanto, el juicio y la crítica que esa comunidad ejerce sobre la familia pastoral, es normalmente superior al perdón y la misericordia.John MacArthur en su libro “Ministerio Pastoral” dice: “¡Atención! El ministerio es peligroso para la familia pastoral”. Cabe anotar que por esta presión constante y muchas veces inmisericorde, cuando se hace reflexión sobre la niñez en riesgo se puede afirmar que los hijos del pastor también son niños en riesgo.Todos deben tener una genuina conversión a Cristo: esto es algo lógico, y como si la fe fuera transferible, se da por hecho los hijos del pastor o ministro cristiano deben ser nacidos de nuevo. Sin embargo, ellos son individuos que también toman decisiones y muchas veces ellas no son las esperadas.La esposa ha de tener el mismo llamado que él: esto, en muchas organizaciones e iglesias, se establece como norma o estatuto. Otras veces (y por lo general), se da como un hecho lógico. Sin embargo, lo que no tiene nada de lógico –ni de justo– es que este paradigma asume que deben trabajar dos por el sueldo de uno.REPORT THIS ADLos hijos –de igual manera– han de tener llamado al ministerio: lo mínimo que se espera de ellos es que sean músicos, que pertenezcan al grupo de alabanza, y al igual como la esposa, todos deben hacer ese trabajo por el sueldo del padre.En todo lo concerniente a la iglesia, la familia del pastor debe estar en primera fila: no como un privilegio, sino como una obligación por lo que son: la familia pastoral o ministerial. Ellos deben estar en todas las reuniones, llegar más temprano que todos los demás y trabajar en los preparativos previos a las reuniones y en arreglar al final, cuando todos se han ido a sus casas.Estos son solo algunos de los paradigmas, que por generaciones se han mantenido más como cargas o presiones sobre las familias pastorales, generando consecuencias tales como que muchos hijos no quieran saber nada del Evangelio, y aun menos interesarse por el ministerio. Las hijas terminan jurando que jamás se casarán con un pastor, y en general salen de su casa llenos de resentimientos, dolor, culpabilidad, entre otros males más.Lo primero que hacemos ante una crisis como las que se presentan en nuestras familias, es recurrir a la Biblia y buscar posibles modelos de familias que nos puedan ayudar. Es así que empezamos la lista por los más reconocidos y sobresalientes, hasta llegar a los no tan destacados y otros poco conocidos, o bastante anónimos. De los casos analizados, nos queda la sensación de no haber quedado lo suficientemente satisfechos y convencidos con algunos estilos de familias como las de Abraham, Isaac y Jacob. Acerca de estos patriarcas, son muchas las conductas por las cuales les descalificaríamos y mucho menos les permitiríamos que fueran parte de la larga lista de los héroes de la fe.Siguiendo con la búsqueda de personas destacadas por su vida y obra, nos encontramos con la familia de Moisés. Son pocos los detalles de la familia de este líder sobresaliente. Séfora era su esposa; una mujer que no fue aceptada por Aarón y María, los hermanos medio racistas de Moisés. Sabemos que con ella Moisés tuvo dos hijos: Gersón y Eliécer. Sin embargo, hay un detalle sobresaliente en Séfora: que aunque no se le ve a la par del ministerio de Moisés, sí estuvo presente en el momento más crucial para salvar la vida de su esposo, cuando éste podía haber muerto. Aunque fue una mujer aparentemente anónima, vemos que fue muy trascendental para el esposo y la familia.Seguimos avanzando y encontramos a la familia de Samuel. La Biblia no registra el nombre de su esposa, pero de sus hijos registra una desalentadora referencia: “Pero ninguno de los dos siguió el ejemplo de su padre, sino que ambos se dejaron guiar por la avaricia, aceptando sobornos y pervirtiendo la justicia”. Acto seguido, son señalados por los ancianos de no seguir el ejemplo de Samuel (1 S 8:3-5).En la lista de casos, tampoco podemos descartar a la familia de David. Sin embargo, lo mejor que se me ocurre es dejar al lector que, por iniciativa propia, y si lo desea, haga la descripción de las características de esta familia.La Biblia registra algunos referentes de familias anónimas, no tan conocidas (positiva o negativamente) como las mencionadas, pero cuyas vidas piadosas nos aportan algunas lecciones para la reflexión como la de Manoa, el padre de Sansón, el cual según Jueces 13:8, nos presenta un modelo de oración a favor del hijo que ha de nacer, la que hace de carácter preventivo y no curativo cuando los problemas hacen presencia en la vida de los hijos. Manoa Oró diciendo: “Oh Señor, te ruego que permitas que vuelva el hombre de Dios que nos enviaste, para que nos enseñe cómo criar al niño que va a nacer”… en el verso 12, hablando luego con el ángel del Señor, pregunta: ¿Cómo debemos criar al niño? ¿Cómo deberá portarse? En términos técnicos, Manoa estaba preguntando a Dios por las pautas de crianza más indicadas para el niño. Esto es lo que se podría definir como una auténtica pastoral de la niñez.Otro caso digno de considerar es el de Zacarías y Elisabet, de los cuales Lucas 1:6 nos dice: “Ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor”. Observando un poco más el texto bíblico, la pregunta que podría surgirnos es: ¿cómo habrá sido la vida de este niño al crecer con estos padres que tenían una vida piadosa según los preceptos del Señor?El modelo de José y María. Mateo 1:19 describe a José como un hombre “justo”, que de ninguna manera habría de exponer a María a la vergüenza pública. El versículo 20 lo presenta como alguien a quien Dios le habla y el verso 24 como alguien que obedece a Dios. En 2:13 y 19, el mensaje de Dios a José es: “Levántate, toma al niño y a su madre”; lo cual se puede evidenciar como el encargo a ejercer su responsabilidad paternal, orden que obedece inmediatamente (v. 21).Por último, en nuestro recorrido bíblico, quizás el juego de instrucciones más conocidas de la Biblia son las que Pablo les da a Timoteo y a Tito, en las cuales pone énfasis en el cuidado de la familia como un buen indicador para poder cuidar de la iglesia de Dios.A través de la historia, la biografía de misioneros, pastores y evangelistas tales como Guillermo Carey en India (el padre de las misiones modernas), David Livingstone en África (misionero y explorador de fama mundial), Hudson Taylor (fundador de la Misión del Interior de la China), Billy Graham (gestor del evangelismo moderno) –para citar solo algunos de los casos más conocidos–, nos permiten conocer su entrega y abnegación por evangelizar al mundo de su época, lo que les llevó a pagar un precio muy alto, incluyendo el bienestar de sus familias. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esas eran épocas distintas y a nosotros nos corresponde reconocer que aunque también tenemos nuestras crisis familiares, debemos ubicarnos en nuestra época y cuidar nuestras familias mientras desarrollamos la misión que el Señor nos ha encomendado.Finalmente; quiero dejar algunas sugerencias prácticas que pueden ser de ayuda a la familia en pro de mejores condiciones:Siga dependiendo de Dios y sea el intercesor ante él por su familia. Todas las batallas se han ganado mediante la oración. Cada hijo representa situaciones diferentes y en ocasiones requieren atención personalizada y sin límites de tiempo.El ministerio inicia en el hogar. Un buen desempeño de los roles de esposo, padre y sacerdote le confieren la autoridad fundamentada en el ejemplo al interior de su familia. Recuerde que un buen ministro de Jesucristo inicia su ministerio en el hogar.Mantenga una comunicación asertiva, es decir: positiva, clara, directa y continua. Esta comunicación es abierta, sin imposición, ni manipulación; eso permite expresar ideas, sugerencias, emociones y los mejores estados de ánimo entre su familia.Establezca límites. Es importante que el ministro establezca con su familia, mediante acuerdos, los límites y normas necesarios para que el espacio familiar esté protegido de los asuntos ministeriales, evitando así la invasión, el irrespeto y la intromisión en la vida familiar.REPORT THIS ADNo permita que maldigan sus hijos. Son solo válidas las palabras que edifican y bendicen, por lo tanto cualquier palabra fuera de estos sólo ahonda la crisis en la familia.No lleve los asuntos ministeriales (especialmente los conflictos) a los espacios exclusivos de la familia. Esto protege la salud de la familia y evita que sus hijos se hagan una mala imagen del ministerio, entre otros males más.Pedro HernándezJunio de 2014

Puerta del cielo de la voz en el desierto